martes, 6 de agosto de 2013

ALCANTARILLA EL ABUELO - VILLA CERRO CASTILLO

Alcantarilla El Abuelo - Villa Cerro Castillo ( 50 km aprox.)

El frio nos despertó temprano y a las 8 en punto un auto nos toco la bocina. Preparamos desayuno y por primera vez lo tomamos envueltos en nuestros sacos. Nos abrigamos bien y partimos.






El día estaba igual al anterior, semi nublado. A las 10:00 hrs. seguía helado, el camino estaba rápido porque era de una apretada arenilla y casi plano. En medio de bosques no se lograba ver más allá de los arboles hasta que sin darnos cuenta comenzó un descenso que nos llevó a un improvisado mirador. Estábamos a mucha altura por eso sentíamos frío.

Un puente que veíamos en lo bajo del valle nos confundía y nuevamente sacábamos el mapa para confirmar la ruta. Aunque sagradamente todas las noches analizábamos la ruta del día siguiente, este tramo fue el mas confuso que hicimos. 




El descenso fue tranquilo aunque con un poco de frío. Al final, la primera casa del tramo nos da la bienvenida al valle, el camino enfila hacia el puente pero se desvía a la derecha para adentrarse en el valle.

Lentamente el camino fue alcanzado el nivel del río y lo bordeó casi toda la ruta. Nuestro pedaleo se hizo lento, aunque el camino estaba solido tenía muchas piedras que hacían áspero nuestro avance. Por primera vez nos dolía el "trasero" y nos vimos obligados a parar en un mirador para reponernos. Una vez allí nos dimos cuenta que íbamos tan concentrados en pedalear que    habíamos pasado por alto la magia del valle. 

El valle y en especifico el río tiene un bosque muerto en su lecho producto de una erupción del Volcán Hudson. La ceniza acabó con el bosque que no pudo regenerarse. En Villa Cerro Castillo nos dirían también que el camino en ese sector está sólido producto de la ceniza de esa erupción.





Volviendo con la ruta, el camino continuo plano sin tobogán y lentamente el río se fué adentrando en la rivera norte del valle. A medida que avanzábamos mirábamos los cerros e intentábamos deducir hacía dónde continuaría el camino más adelante y de apoco un viejo conocido nos indicaba que estábamos cerca de nuestro destino. No estábamos seguros que fuera el pero casi al final de este tramo nos encontramos con los segundos ciclistas Chilenos que iban hacia el sur y nos confirmaron que aquel imponente cerro que tocaba las nubes era El Cerro Castillo. 






Increíblemente después de identificarlo, el pedaleo ya no era monótono y nuestras caras eran de alegría. Al final del plano, curva a la derecha y llegamos a un estrecho puente que cruza la desembocadura de la Laguna Verde. Sus aguas son increíbles, parada obligada para tomar fotos. Estuvimos un buen rato allí mirando lo bello del paisaje. Continuamos por la empinada cuesta que nos deja ver el valle en todo su esplendor, paramos  nuevamente a inmortalizar el momento.









De aquí en adelante el camino es con subidas y bajadas  muy pronunciadas, siempre con un bosque de pinos rodeándonos. En el portezuelo de este primer cerro el bosque se abre para mostrar la majestuosidad de la Laguna Verde, su color y aun más su reflejo son impactantes. Que suerte de aquellos que lleguen a este lugar con un sol radiante.




Luego de esta parada sigue una bajada muy larga con curvas ( siempre sobre tierra). Aquí nos topamos con los terceros ciclistas chilenos que iban hacia el sur.

Como ya habré dicho antes, hay un lema que siempre se hizo presente en este viaje... "Todo lo que bajes, lo tienes que subir y viceversa". El gran descenso que hicimos lo tuvimos que volver a subir para cruzar el siguiente cerro. Los anuncios de un camping en este sector nos hacían dudar de seguir pero la meta era llegar a Villa Cerro Castillo. Nos costó mucho subir, sobre todo porque el camino es muy malo, lleno de hoyos y piedras grandes que mueven toda la bicicleta. Todo este tramó y el del día anterior nos hicieron recordar la bajada desde Chile Chico, el Paso Las Llaves y el viento que nos pego ese día. Lo recuerdo con nostalgia.

De vuelta con esta ruta, cuando logramos llegar arriba la vista era magnifica, el Cerro Castillo imponente tocando las nubes que nos negaban el calor del sol. Hacía el oriente el valle del Río Ibáñez nos hacía recordar en comienzo de nuestra aventura, cada vez estábamos más cerca de terminar. En este punto, estábamos a un par de kilómetros de nuestro destino del día y para nuestra motivación personal, puro descenso hasta el pueblo.





Después de muchos días de pedaleo sobre tierra, nos volvíamos a encontrar con el pavimento. Sentíamos como si hubiésemos vuelto a la civilización.

Nuestros ciclistas coterráneos nos habían dado un dato de camping al final del pueblo. Llegamos tan agotados que simplemente nos fuimos a ese y la verdad muy bueno. Había harta gente, muchos extranjeros.

Preparamos nuestras cosas, nos bañamos y partimos a comer algo. Con tanta hambre no teníamos ganas de cocinar, solo de comer. Escuchábamos música cerca del camping, indicio de que se estuviera celebrando la semana del pueblo y eso significaba comida gratis!. Vimos un tumulto de gente afuera del gimnasio y el olor de la carne era inconfundible. Nos acercamos y preguntamos si había que pagar algo para comer. Antes que nos respondieran ya estábamos con un trozo de carne en la boca, atorados y pidiendo bebida. Por lo general estas cosas son gratis   en todos estos pueblos.




Es una especie de buffet patagónico con mucha carne, ensaladas, bebidas y obviamente con vino. Todo gratis.

Para reposar la comida hicimos el recorrido de costumbre cuando llegábamos a cada pueblo y nos fuimos a acostar, ya era mucho para ese día.

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